viernes, 27 de julio de 2012

No hay enemigo pequeño

En mi formación como individuo, hay varios libros que me han marcado profundamente. Uno de ellos es las "Fábulas de Esopo". Cargadas de sabiduría e impactantes en su simplicidad, son un regalo invaluable a quien está dispuesto a escuchar. Hoy quiero compartir mi versión de una de mis favoritas: "El águila y el escarabajo"

Cuentan que un día un águila majestuosa había atrapado a una liebre. Cuando estaba a punto de devorarla un escarabajo la interpeló diciéndole:
- "Reina de los cielos, en el nombre Zeus te pido por favor perdones la vida de la liebre por esta vez"
Pero el águila soberbia, y pensando que nada tenía que temer del escarabajo, no hizo caso al ruego del insecto e ignorándolo descuartizó a la pobre liebre.
El escarabajo indignado decidió hacerla pagar por ello y escaló hasta el lugar donde el águila tenía su nido. Una vez allí, empujó los huevos haciéndolos caer y por supuesto, rompiéndolos. Al regresar el águila, al ver tan horrendo desastre voló más alto y puso sus huevos en el cima de la montaña. Mas el escarabajo era paciente y su voluntad no era poca. Escaló hasta la misma cúspide del monte y una vez más destruyó los huevos del águila, que desesperada elevó su vuelo tanto como pudo y puso los huevos justo sobre el regazo del mismísimo Zeus, Dios Supremo del Olimpo.
Al no poder alcanzar los huevos allí, el ingenioso escarabajo lanzó una bolita de barro sobre el regazo del dios, y este, al sacudirse para limpiarse, dejó caer una vez más los huevos del águila.
Esta, envuelta en ira se quejó:
- "Zeus, mi protector, padre de los dioses. Escucha mi dolor y hazme justicia, pues este vil escarabajo se ha ensañado en mi descendencia y destruido todos mis huevos".
a lo que el escarabajo replicó:
- "Zeus, señor del Olimpo, esta arrogante no me escuchó cuando le pedí piedad para la liebre en tu nombre"
El dios onmipotente dibujó una sonrisa en su rostro, y decretó para sellar la disputa que en la época en que el águila (su favorita) pusiera huevos, no hubiera escarabajos.
Finalmente le susurró al águila al oído:
- "Y usted señora, recuerde que no hay enemigo pequeño"


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