Un día, Lee Yau San y Chan Heung oyeron sobre un monje solitario llamado
Choy Fook, quién estaba viviendo en un templo del monte Lao Fu. Este monje era
reconocido por su habilidad en la medicina china. Lee dijo a Chang Heung que si
el monje era tan hábil en dit da (tratamiento
de las lesiones musculares y óseas), debía también ser hábil en artes
marciales. Movidos por la curiosidad, Lee y Chang Heung decidieron visitar a
este monje inmediatamente. Cuando llegaron al portón del templo encontraron a
un hombre, ya entrado en años pero aún alto y musculoso de penetrante mirada.
Dijo ser un discípulo del monje Choy Fook e invitó a los dos viajeros a entrar
al templo y tomar el té con él mientras esperaban que su maestro regresara de
sus paseos diarios.
Mientras ambos visitantes tomaban asiento, el anciano procedió a cortar
madera para hervir el agua, haciéndolo con sus propias manos. La curiosidad de
Lee fue en aumento. Comento a Chang Heung que el kung fú de ese anciano era muy
bueno, y que si él estaba mostrando sus habilidades significaba que ellos
debían responder con algunos de sus propios trucos. Lee se levantó y caminó
hasta un molino de arroz de piedra (consistente de dos losas circulares de
granito de aproximadamente 60 cm de diámetro y 22,5 cm de espesor unidas
mediante una clavija en el medio. El arroz se pone entre las dos losas de
piedra y se lo hace harina para cocinar) el cual estaba apoyado cerca de los
escalones del templo. Primero aflojó la tierra alrededor de las losas de
piedra, luego se paró retrocediendo y pateó el molino, sacándolo limpiamente
del suelo. El anciano lo miró sonriente. Luego caminó hacia el molino de arroz
y arrancó una esquina de la losa superior, pulverizándola con sus manos y
lanzando el polvo en frente de Lee, anunciando que él era realmente Choy Fook y
que ese polvo en frente de Lee era una advertencia para los intrusos que no se
comportaban de forma adecuada. Lee, lleno de respeto hacia Choy Fook, agradeció
al anciano y partió inmediatamente, dejando a Chan Heung atrás para enfrentar
la situación. Este, siendo un inocente joven devoto de las artes marciales,
notó que esa era su oportunidad para mejorar su entrenamiento bajo otro maestro
de habilidades superiores. Inmediatamente cayó de rodillas frente al monje y le
rogó que lo aceptara como discípulo. Choy Fook contempló a Chan Heung en
silencio - observando los rasgos y modos del joven - y finalmente concluyó que
el pedido era genuino. Sonrió y dijo a Chan Heung que si deseaba ser su
discípulo debía obedecer las siguientes tres instrucciones, caso contrario
debería partir inmediatamente:
1 - Chan Heung debía permanecer con él, en el monasterio, al menos durante
diez años hasta el final de su aprendizaje.
2 - Chan Heung tenía prohibido usar sus habilidades para matar o mutilar y
nunca debía ser jactancioso de lo que lograba.
3 - Chan Heung debía patear nuevamente el molino de arroz a su lugar
original. (esta solicitud tenía la finalidad de probar su fuerza y al mismo
tiempo buscar aprobación divina y buenos augurios para tomar a Chan Heung como discípulo).
Con gran deleite por parte de Chan Heung el molino cayó fácilmente en su
posición original y él se convirtió en discípulo de Choy Fook. Durante los
siguientes diez años, Choy Fook enseño a Chan Heung su kung fu con gran
disciplina y precisión. Cada nueva técnica llevaba días de aprendizaje, y Chan
Heung debía dominar cada nuevo movimiento con velocidad, seguridad, potencia y
entendimiento antes de que le fuera enseñado el siguiente. Chan Heung descubrió
que su kung fu mejoraba notablemente, y que era muy diferente de lo que había
sido. El conocimiento transmitido por Choy Fook, ya fuera técnicas de puños
desnudos, entrenamiento con palo o muñeco de madera; era interminable y lleno
de cambios sutiles, como la naturaleza misma. Una combinación de trabajo duro,
dedicación, habilidad natural y el karma de un buen maestro, capacitaron a Chan
Heung.
Cuando se despidieron Choy Fook obsequió a Chan Heung unos versos que con el tiempo terminaron probando ser ciertos:
Cuando se despidieron Choy Fook obsequió a Chan Heung unos versos que con el tiempo terminaron probando ser ciertos:
"El dragón y
el tigre se encontrarán en el Cielo
para servir
nuestras maneras de Shaolin.
Enseña a tus seguidores lo que es correcto
Deja que cada generación
lo mantenga y le de vida"